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  • Foto del escritorLic. Diego S. Gómez

A fuego lento



Oliver Clarc escribió, hace varios años ya, una fábula que nunca deja de ser actual: “La Rana que no sabía que estaba hervida”. Muy sintéticamente: una rana entra en una olla de agua tibia, y la temperatura del agua iba aumentando muy lentamente, de modo gradual, casi imperceptible. La rana se adaptaba al ambiente aumentando su temperatura corporal, pero llegando al punto de hervor, ya no tuvo energía para poder escapar, y murió quemada.


Las lecturas o aplicaciones de la fábula son casi infinitas, y en estos días la venía recordando –por un lado– por la situación social que se está viviendo en Argentina, y por otro, en relación a MUCHAS personas a las que puedo ubicar en las distintas fases de esa historia.


Como me apasiona la sociología, me tienta mucho escribir sobre factores políticos y económicos a nivel ‘macro’ y ‘meso’ (o digamos, institucional), para luego pasar a las ‘micro’… Pero tanto a nivel social como a nivel colectivo e interpersonal / individual, se pueden observar mecanismos “defensivos” similares, e igualmente inefectivos.


¿Hasta dónde una estructura, una ley, un gobierno, una relación, un trabajo, un vínculo, (etc.) puede asfixiarnos, aplastarnos, hundirnos, empobrecernos, reprimirnos, lastimarnos, enfermarnos y matarnos / asesinarnos, sin que haya una reacción?

Desde luego, el aumento del dólar y de la inflación hacen estragos; las mayorías viven cada vez peor y con menos recursos, con impuestos insufribles, servicios/ canasta básica y transportes carísimos que no paran de aumentar –algunos escalonadamente, aunque los sueldos son iguales o inferiores a los de años pasados–, y eso sin siquiera hablar de las miles de PyME's y empresas quebradas ni de las decenas de miles de familias que perdieron su fuente de ingreso. Sumado esto, al descalabro institucional del sistema educativo y de salud, del cual buscan culpar –como siempre– a las y los trabajadores. Todo lo público se desfinancia, el Estado se endeuda, a las empresas multinacionales se les dan todas las ventajas imaginables (y las in-imaginables también), los multimedios están controlados por un monopolio cómplice del saqueo que sólo informa lo que el poder económico quiere que sea visto y pensado (nada se dice de las masivas manifestaciones de protesta, ni de las familias viviendo en las calles, ni del hambre, ni de todas las enfermedades y muertes evitables en hospitales vaciados que dan más bronca que tristeza)…

En fin… La soga en el cuello cada vez aprieta más, y deja pasar menos aire. Y como una ‘olla a presión’ social –que tarde o temprano puede rebalsar–, ya desplegaron el aparato represivo para contener toda posible rebelión.


¿Cómo puede respetarse una ‘constitucionalidad’ que es tremendamente ‘inconstitucional’, que viola todos los derechos humanos incluyendo los más elementales?

Todo este saqueo genocida de guante blanco está planificado, y mientras buscamos chivos expiatorios o discutimos secundariedades, los que dirigen este circo ven aumentar sus cuentas bancarias y su poder. ¿Qué tiene que pasar(nos) para que nos rebelemos, o a quién/quiénes?



No soy experto en historia, pero a veces, con algunos simples conceptos y conocimientos, podemos ver claramente cómo la historia se repite –con otros personajes, colores, formas, características, etc.–, las mismas tendencias (las tensiones Mercado, Estado, Autonomismos), las mismas tendencias.

Pero vamos a ‘lo Micro’, que tal vez despierte menos pasiones y resistencias… Porque al margen de ‘la olla’, del ‘agua’ y de ‘la temperatura’, el entrar –o el quedarnos– en la olla es, casi siempre, una decisión y una responsabilidad personal. No olvidemos que “Responsabilidad” es, ante todo, nuestra ‘capacidad de responder’. Y como digo siempre: hay muchas cosas que no elegimos y sobre las que no tenemos control, pero sí podemos decidir qué o cómo responder frente a eso.


La fábula de la rana nos habla de la (sobre)Adaptación, del conformismo, y de la falta de contacto con la realidad (tanto ‘interna’ como ‘externa’). Somos capaces de adaptarnos a situaciones, a personas o vínculos que, con el tiempo, nos terminan perjudicando a tal punto que pueden acabar con nuestra vida. Y es que, para que este sistema social pueda funcionar “normalmente”, es necesario que nos enseñen y que aprendamos a adaptarnos a lo dañino, a enajenarnos (volvernos ajenos/as), a distraernos, a evadirnos.


Las mujeres víctimas y sobrevivientes de violencia de género saben perfectamente del gradualismo con que 'el agua se calienta': primero, todo es un cuento de hadas, sus abusadores se presentan como personas encantadoras, amables, graciosas, delicadas… Luego, de a poco, empiezan a ‘elevar la temperatura del agua’ con intervenciones que van cercenando la autonomía y la autoestima de su víctima, la van aislando a partir de frases o reclamos que, al vivir en una sociedad machista y patriarcal, son “comprensibles”: “no pongas esa foto en tu perfil, no salgas así vestida, avisame cuando llegues, decime con quién vas a estar, no quiero que estés con ‘J’, no vayas si van a estar ‘X’…”. Luego de decenas de maltratos y denigraciones (cachetazos) verbales, comienzan las ‘cachetadas’ concretas, y para cuando la mujer se puede dar cuenta de que está al lado de un maltratador (cuando ‘el agua ya está por hervir’), su vida puede estar en riesgo. Riesgo que no disminuye ni siquiera al alejarse, ni al denunciar, ni a pedir protección por parte del Estado.


Ese machismo social del que hablo, es el que inhabilita y sanciona toda actitud en una mujer que no sea la simpatía, la obediencia, la mansitud, o la sumisión. Y con lo necesaria es la agresividad en ciertas situaciones! No podemos vivir las diferentes situaciones de la vida ‘jugando la misma carta’ de la bondad, la comprensión y la ‘buena onda’; necesitamos también aprender y permitirnos ‘mostrar los dientes’ para que no nos vean como víctimas indefensas, para aprender a disuadir, huir o a defendernos de un ataque. NUNCA ‘el respeto’, ‘la comprensión’ o ‘el amor’ pueden esgrimirse cuando lo que está en juego es el olvido de uno/a mismx; SIEMPRE ‘el primero amor’ debería ser el “amor propio”.


¿Cómo se llega o qué hace falta previamente para haber entrado o el haber permanecido en la olla de agua? Precisamente, la baja autoestima, que seguramente fue siendo desgastada en los primeros años y con los vínculos construiros a lo largo de la vida. Por otro lado, los “Auto-engaños”, esas frases tranquilizadoras que nos repetimos para ‘minimizar’ una situación (‘con el tiempo va a cambiar’, ‘las cosas pueden volver a ser como eran antes’, ‘es que está pasando por un mal momento’, ‘es que, pobre, yo también lo vuelvo loco’…). Estos auto-engaños son formas de no querer ver la realidad, y muchas veces están en total vinculación con la anestesia o falta de contacto con lo que nos pasa, con nuestras necesidades, con nuestras emociones.

Lo fatal, es la Resignación, cuando ya dejamos de buscar una salida o alternativa por CREER que no existe, que no hay NADA que se pueda hacer. Es la actitud de ‘dejarse consumir’.


He escuchado MILES de veces el “Bueno, pero por lo menos…”, pero muy POCAS veces la actitud contraria: el ‘por lo más’. Porque lo primero y fundamental, es poder decirnos y conectarnos con el “YO NO MEREZCO ESTAR VIVIENDO ESO”; esto es lo que puede salvarnos, lo que puede movilizar ‘el primer paso’ para, luego, empezar a imaginar o a pensarnos ‘fuera de la olla’.


“¿Qué quiero?” y “¿Qué necesito?” son las 2 preguntas fundamentales que deberíamos hacernos cada día, en cada momento importante. Luego vendrá el “Qué puedo” y el “Cómo” (“con quién/es”, “cuándo”, “cuánto”, etc.).


Aclaro esto porque, hasta no poder explicitar o no poder sentir profundamente el “Yo no merezco esto”, lo que opera desde las sombras y de modo subterráneo es el “yo no sirvo para nada”, “yo merezco lo que me pasa”, y otras tantas frases que, así o de otra manera, nos han dicho o nos han hecho ‘sentipensar’. Y si no recapacitamos que ‘esas voces’ en nuestra cabeza NO son nuestras (sino que las hemos ‘introyectado’), no podremos ‘bajarles el volumen’ y contra-restar así su influencia.


Es cierto que hay personas ‘tóxicas’ (desgastantes, dañinas, violentas, etc.) pero en una relación siempre hay 2, y el problema no es cruzarse o entrar en un vínculo con esas personas, sino el no salir a tiempo, o el quedarnos. Si entramos pero ‘le sacamos la ficha’ a tiempo y salimos inmediatamente de esa relación, posiblemente no tenga mayores problemas. El punto es no tener ‘la antena bien calibrada’, no ver o dejar pasar las señales de “Peligro”, y finalmente, quedar atrapadxs en esa ‘telaraña’ vincular y afectiva.


¿Cuál es el “beneficio” de quedarnos dentro de la olla?, porque siempre suele haber –más o menos a la vista– algún tipo de “ganancia”, mas no sea 'la confirmación de que no valemos nada', de que ese/a familiar tenía razón cuando nos decía X cosa (etc.)… es decir, la confirmación de esas ‘voces internas’.

No siempre es sólo el temor, lo “malo pero conocido” o la resignación lo que nos mantiene allí, sino algún tipo de ‘ganancia’… Y sin darnos cuenta de ello, sin poder sacarlo a la superficie y sin ponerle lupa, la salida no impedirá que volvamos a entrar en la misma o en otra olla más adelante.


Muchas personas que terminan ‘quemadas’, muy dañadas, o ‘explotando’… Sea por las condiciones asfixiantes del entorno social o vincular, o por ‘la implosión interna’ al no poder exteriorizar o canalizar todo lo que les pasaba internamente.

Una cosa es ‘des-cuidarnos’, y otra es ‘hacernos daño’ (o permitir que nos dañen al ponernos como un “tiro al blanco”).

Es fundamental, de nuevo, el tema de fijar LÍMITES bien claros, y de sostenerlos!... porque si dejamos que otrxs avancen sobre esos límites, vamos a quedar aplastadxs contra el piso, nos van a –literalmente– 'pasar por encima'. A veces la mejor respuesta es alejarse, otras confrontar, y otras huir; depende de la situación y del balance de fuerzas entre nosotrxs y aquello que tenemos en frente.


Y en este punto, es vital tener en cuenta aquellas cosas que precisamos:

Primero, la capacidad de Registrar nuestras emociones, sentimientos, sensaciones, y Discernir cuándo es posible y conveniente adaptarnos o no. (Recordemos la frase de Krishnamurti: “No es saludable estar bien adaptado a una sociedad profundamente enferma”)

Tengamos en cuenta una cosa: aunque parezca contradictorio o paradójico, el efecto de la sobre-adaptación, es casi idéntico al de la in-adaptación… Y esto puede extrapolarse a otros fenómenos: la sobre-protección, puede ser tan dañina en sus efectos como la total des-protección.

Dejo eso para que lo pensemos.


Cuando estamos “Bien”, en eje, en equilibrio, con las ‘alarmas’ y el ‘homeostato’ funcionando, podremos percibir cuándo el agua empieza a quemarnos, y a poder anticipar una situación dañina o peligrosa. Debemos poder confiar en nuestros ‘sensores’, y saber escucharlos cuando nos alerten de que algo no va bien.

Y Cuando haya algo, alguien o alguna situación a la que vemos que no podemos hacerle frente o solucionar, no debemos dar tanta vuelta para PEDIR AYUDA.


Por último: ninguna incomodidad, temor, etc., vale tanto como para abandonarnos. La lucha contra cualquier adversidad, la lucha por la vida, siempre nos fortalece. 'Salir de la olla' (por nuestra cuenta o con ayuda de otrxs) es un acto de valoración, respeto y amor por nosotrxs mismxs; y es –al mismo tiempo–, un valioso ejemplo para otrxs (en especial, hijxs o personas cercanas, o de nuestra misma condición) que estén en ‘ollas con agua’ similares.



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