El MIEDO, como toda emoción, NO es –en sí– algo “malo” ni necesariamente perjudicial…
El Miedo, DENTRO DE CIERTOS LIMITES (en cierta ‘medida’) es también algo importante y necesario para la supervivencia (incluso, para la convivencia social y comunitaria)…
El miedo es una respuesta ‘natural’ del organismo ante algo o alguien desestabilizante o potencialmente perjudicial. Muchas veces, nos previene de hacer cosas que nos puedan perjudicar, lastimar o exponernos a un peligro.
Comienzo diciendo esto, para salir del dualismo ‘Bueno/Malo’: no quiero demonizar ni santificar el Miedo, quiero ser justo, y decir que, como todo, depende del contexto, de la situación: en algunos momentos, el Miedo puede servirnos, ayudarnos, protegernos; y en otros (dependiendo de su ‘grado’), puede inmovilizarnos, debilitarnos, dañarnos, esclavizarnos (e incluso, matarnos).
Hace poco, en otro escrito (“El Silencio NO es Salud”), puse:
«La “guerra contra la subversión” del ayer, podríamos pensar, se expresa hoy en “la guerra contra el corona-virus”… En lo discursivo al menos, hay una continuidad: las proclamas patrióticas, las comparaciones (la batalla heroica contra ‘un enemigo invisible’) y toda la narrativa belicista utilizada durante la pandemia (y también antes –y en otras latitudes, como la “guerra contra el terrorismo”), lejos de tranquilizarme, aumentan mi preocupación y desconfianza…»
Hoy (al menos en Argentina), el Terrorismo ya no es militar, es psicológico, comunicacional, televisivo, empresarial, policial, económico…
Desde distintos sectores, se manipula la opinión (y la acción) de la población, tanto desde el miedo como desde la temeridad (el ‘no-miedo’), según los intereses en juego.
Más allá de esto, debemos ser conscientes de la importancia de tomar las medidas necesarias para cuidarnos. El cuidado de sí, como dijo M. Foucault, «es éticamente primordial, en la medida en que la relación consigo mismo es ontológicamente la primera. El cuidado de sí resultará beneficioso para los demás».
Desde su nacimiento, la medicina occidental y moderna se fundamentó en luchar contra las enfermedades en lugar de promover la salud... (y desde el capitalismo posmoderno, sobre todo en la etapa neoliberal, la medicina se convirtió en una industria que busca facturar más cada año).
Desde la medicina natural/comunitaria, en cambio, se hace hincapié en el arte de curar, a través del arte de vivir. Dijo Hipócrates: «Que tu alimento sea tu medicina, y tu medicina sea tu alimento». Lejos estamos de esto, incluso en un país productor de comida para más del triple de su población, donde la pobreza, miseria e inequidad son naturalizadas.
Pero, retomando… (para no desviarme del foco de este escrito)
El miedo, así como el pánico, la ansiedad, la angustia, la depresión (etc.), provocan un deterioro del sistema inmunitario, que favorece la aparición de enfermedades (tanto a nivel psíquico como físico).
A nivel “Psi” (psicológico), quiero focalizar en “el poder de los Pensamientos” (y en particular, de aquellos que provocan MIEDO).
Algo muy estudiado por la psicología, son las famosas “Profecías Autocumplidas”… Los pensamientos constantes del tipo “Algo malo va a pasarme” (a mí o a mis seres queridxs) provocan una reacción en cadena que nos orienta a su cumplimiento. Tal vez, la fantasía catastrófica no se cumpla al pie de la letra, pero nos aseguramos de pasar “un mal día” (o ‘semana’, o ‘año’), y a veces el detonante es una absoluta nimiedad.
Las palabras ‘la plaga del miedo’, de Wilheim Reich (un psicoanalista heterodoxo), me recuerdan un viejo y conocido relato sufí que les comparto:
Nasrudín y la Peste.
»La Peste iba camino a Bagdad cuando encontró a Nasrudín, y este le preguntó:
– ¿Adónde vas?
La Peste respondió:
– Voy a Bagdad a matar a diez mil personas.
Después de un tiempo, la Peste volvió a cruzarse con Nasrudín, y este, muy enojado le dijo:
– Me mentiste. Dijiste que matarías a diez mil personas, y mataste a cien mil...!
Y la Peste respondió:
– Yo no mentí, maté a diez mil. El resto murió de miedo.» Cada uno de nuestros pensamientos, ideas, actitudes, posturas físicas, etc., impactan en nuestro sistema inmunitario…
Los pensamientos tienen una base ‘material’, son neuronas que se conectan y transmiten ‘energía’ (cargas eléctricas). Pensemos en una suerte de cableado eléctrico muy complejo, donde la energía pasa siempre por los mismos cables (los temores, pensamientos negativos, fantasías de desgracias)… Eso afecta tanto la vida en vigilia como la vida onírica: afectan al cuerpo, la autoestima, los pensamientos, el estado anímico… Afectan la salud.
Tomar consciencia de nuestros pensamientos, es importante en la medida que estos están en la base de nuestras acciones.
Seamos responsables de promover la salud, y cuidar la vida… (con hechos! Las actitudes, intenciones y palabras no alcanzan)
...Promover y cuidar la salud y la vida de todxs; empezando por la nuestra.
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