1)
Hace poco, leí un excelente artículo –que recomiendo– del filósofo surcoreano Byung-Chul Han, titulado “La nueva fórmula de dominación es «Sé Feliz»”[1]
En este, plantea que los espacios disciplinarios fueron sustituidos por zonas de bienestar; donde el poder se vuelve ‘elegante’ y se ejerce de forma seductora y permisiva.
El poder –y el dominio– se desvinculan del dolor, ya no tienen un tono represivo ni autoritario, es más: se invisibiliza al hacerse pasar por ‘libertad’.
No son ideas nuevas, de hecho recuerdo el fabuloso escrito de Gilles Deleuze sobre las “Sociedades de Control” (del que algún día quisiera escribir algo), y el estupendo trabajo de Z. Bauman sobre la “Modernidad Líquida”. Estos y muchos otros (y otras) pensadores/as, han teorizado sobre el cambio de paradigma que implicó la Lógica Neoliberal. El “Control” ya no es (sólo) de los espacios, de los movimientos, de los cuerpos, sino de los Deseos.
Toda la ‘nueva tecnología’, nos invita a que comuniquemos nuestras preferencias, nuestros pensamientos/ sentimientos, nuestras necesidades, nuestros deseos, y a que contemos sobre nuestra vida (cual estrella de Hollywood en un show televisivo).
También la vigilancia asume una forma elegante: la híper-comunicación, termina siendo híper-vigilancia. Libertad y vigilancia se vuelven indiscernibles.
El dispositivo neoliberal de felicidad, dice Byung-Chul Han, nos distrae de nuestra situación de opresión, obligándonos a ocuparnos sólo de nosotrxs, de nuestra felicidad (consumo) individual, la cual pasa a ser un asunto personal, meritocrático.
La permanente Anestesia Social impide el reconocimiento y la reflexión sobre nuestra situación de ‘esclavitud light’… La libertad ya no se reprime, sino que se explota. La población ya no busca combatir la injusticia, busca ignorarla…
El CONSUMISMO cosifica la felicidad, y reprime la verdad.
Más que en “tu propio jefe/a”, te convertís en tu propio/a explotador/a.
Ya no hace falta que nos sometan por la fuerza, ahora competimos a ver quién es capaz de someterse más y mejor…
La Cultura de “lo Positivo”, derroca a las negatividades; las obligaciones, las limitaciones y los esfuerzos, que se contrarrestan con la diversión, la auto-optimización o la autorrealización.
En la “sociedad neoliberal del rendimiento”, el éxito y el reconocimiento son los valores supremos.
“TENÉS QUE Ser Feliz: conocé gente, estudiá, trabajá de lo que te guste, no dependas del dinero, viví la vida, independizate, comé sano, está en todas las redes sociales, ganá dinero, viajá, aprendá a convivir, salí el fin de semana, bailá, cuidá tu cuerpo, date un gusto, sé feliz, hacé ejercicio, meditá abrí la mente, tené pareja, no dependas de nadie, complacé a tu familia, no te amargues, no seas tóxico/a, leé, comprate cosas, aprendé a tocar un instrumento, mudate solo/a/e, tomá sol, aprendé a cocinar…”
Demasiadas exigencias; los “debería” y los “tengo que” son aplastantes.
“Tenés que” hacer de todo, pero especialmente, ser una persona productiva… y mostrarlo en tus redes sociales!
Así, subidos en esta Montaña Rusa frenética, que no frena nunca, lo que realmente atemoriza es “bajar”, es decir, “frenar”, “detenerse”. La quietud es potencialmente angustiante, porque nos permitiría ver todo lo que no tenemos tiempo de mirar: todo lo que No-está-‘Bien’ en el (mi) mundo, e incluso, lo “todo mal” que está nuestra vida.
En épocas de Crisis, siempre se requieren –y se promueven– mensajes esperanzadores que –casi maníacamente– la niegan: “poner buena cara” a pesar del ‘mal tiempo’, esforzarnos en “sonreír”, “mentalizarnos en que todo está bien como está”, porque “depende de mí que las cosas me afecten o no”… Etc.
(Recuerdo cuando, en plena crisis económica e institucional –post Dic. 2001–, en Argentina, el cantante Diego Torres llenaba el estadio Monumental (2003) presentando su disco “Un mundo diferente”, con su hit “Color Esperanza”)
Ante cualquier dolencia o malestar, siempre habrá un fármaco milagroso al alcance de la mano: el mandato es “Seguir”, “no parar”, “siempre para adelante!”, “vos podés!”
SIEMPRE “Todo Bien”, con una sonrisa, y convirtiendo ‘en éxito’ toda desventura (basta mirar cualquier red social de cualquier persona que conozcamos… o está mejor que nadie, o sufre más que nadie).
“Tenés que ignorar lo que opinen otres”… “Que te resbale, que no te importe”… “Si sale bien o mal lo que hagas no es lo importante”; “la plata no importa”, “tenés que leer menos noticias, amargarte menos por las cosas que pasan…”
Y sí, te puede importar un comino tu sobrepeso, pero igual va a tener problemas para conseguir talles; está buenísimo que no te importe la opinión de los demás, pero de esa opinión puede depender que consigas trabajo, amigxs, pareja...
El mundo no empieza ni termina en lo que creamos o nos importe a nosotres.
Podremos ignorar a 'les pelotudes', pero son 'muches'… y no se toman vacaciones!
Ahora, si fuese cierto que el problema es "lo que te pasa a vos con eso", entonces no haría falta cuestionar nada.
El sufrimiento, del cual –en gran medida– sería responsable la sociedad (la cual es injusta, desigual, competitiva, cruel, violenta, etc.), se privatiza, y se convierte en un asunto ‘intra-psíquico’. Lo que hay que transformar ya no son las contradicciones sociales, sino los estados anímicos. El sufrimiento pierde toda conexión respecto al poder y al dominio, se ‘despolitiza’ y pasa a convertirse en un asunto médico-psiquiátrico.
Para peor, la dimensión social del malestar se reprime, se invisibiliza… El sufrimiento será interpretado como resultado del propio fracaso. Cuando nos sentimos ‘afligides’ (por la angustia y la inseguridad), no responsabilizamos a la sociedad, sino a nosotres mismes. Por eso, en lugar de revolución, lo que hay es depresión.
Desde hace varios años, encontramos frases de “autoayuda” por todos lados (internet, redes sociales), con gurúes televisivos de la psicología positiva (“autoayudólogos”, tarotistas, entrenadores motivacionales, etc.) que se ocupan de que no aflore el descontento, la angustia, el malestar, y mucho menos el enojo…
Ya varias veces escribí haciendo referencia a este furor por las frases motivacionales, y esta vez quisiera vincular este “Mandato” del estar ‘Bien’, con las dificultades que estos imperativos culturales representan para quienes llegan a la Terapia psicológica.
2)
Vivimos escapándole a los conflictos, a las emociones, buscando –en lo que sea– maneras de alivio: psicofármacos, cursos, series, redes sociales, consumismo, charlas superficiales, etc.
No podemos “frenar” la montaña rusa, no podemos “bajarnos”, el mandato es “SEGUIR”, porque eso es “lo que querés” (o lo que “tenés que querer”, da igual), de eso depende tu “estar Bien”: depende, de NO-ver ni sentir todo lo NO-Bien que estás.
Esa omnipotencia de “yo puedo con todo”, de “seguir y seguir”, de “yo voy a poder”, de “el que quiere siempre puede”, es muy cancerígena… No frena, avanza sin límites… como cuando las células del organismo se reproducen sin control.
Las personas tienen miedo a parar... cuando frenan se deprimen, entran en procesos de angustia y melancolía.
“Todo mal”. Quiero YA una solución!… Dame tips… ¿Qué hago…?
Cuando podemos “escuchar” a nuestro cuerpo, e IDENTIFICAR lo que verdaderamente necesitamos (cuando podemos ‘Sentir” que ‘esta necesidad es mía’), lo que podremos reconocer es que “yo tengo una carencia”… Algo me pasa, algo me falta, algo no-puedo (ya no es “en algo estoy fallando”)…
Como dije en varias ocasiones, “Sin Crisis no hay Cambio”, sin entrar en crisis no bajamos de la calesita, seguimos subidos a la montaña rusa, viendo pasar todo tan deprisa que no podemos distinguir nada, ni siquiera quiénes somos, ni qué sentimos.
En Terapia, NO se busca un ‘darse cuenta racional’ (un “hacer consciente lo inconsciente”), sino sobre todo una transformación existencial. Para esto hace falta mucha fortaleza, mucho valor, mucha energía. Y así como hay que echar mucha leña a la caldera para que una locomotora a vapor se mueva, para que una persona logre salir del pozo en que se metió necesita la fuerza y energía de sus emociones (por lo general, las que evita sentir).
Es muy cierta la frase “la verdad te liberará”, pero no es menos cierto que antes esa verdad “te hará enojar”. De hecho, es positivo –y queremos– que la persona que consulta, si es necesario, se enoje: que no tolere más sus autoengaños, sus evasiones. El enojo, como cualquier otra emoción, es señal de ENERGÍA, pero para poder re-dirigirla, primero tiene que aparecer.
Un/a Terapeuta no debe buscar aplacar o tranquilizar ese malestar; debe poder y saber acompañarlo, es muy bueno que la persona lo afronte, que lo atreviese… Porque su situación va a cambiar sólo cuando diga “Basta!”, cuando llega al punto límite, el de “no poder más” seguir como venía. Recién ahí, podrá dar el paso que necesita pero no se anima a dar. En ese punto, ya no se va a quedar imaginando ‘soluciones posibles’, armándose películas mentales de supuestas posibilidades (en las que proyecta su energía… así es como se aliviaba, se calmaba, se evadía).
Las Fantasías (mentales, imaginarias) son tranquilizadoras (aunque sea una película 'de terror', le evitaba el horror de pasar a la acción y afrontar la realidad)…
Cuando la persona se queda con su energía sin proyectarla (y sin ‘retroflectarla’, es decir, sin volverla contra sí), puede pasar a la acción, para buscar lo que satisfaga su necesidad y resuelva el conflicto en el mundo real.
La energía, al igual que la temperatura del agua en la olla sobre el fuego, debe ir subiendo. Si el/la Terapeuta trabaja con lo imaginario (el relato de la persona, pero sin su implicación ni su emoción), diluye la energía, y no se llega a la acción. Por eso es importante trabajar en el Aquí y Ahora de la Sesión, entre Terapeuta y Paciente.
Pero la energía (o excitación) siempre incomoda, es sentida como ‘malestar’ porque rompe la homeostasis... Nos saca del "estar Bien" (del 'malo pero conocido').
Lo habitual es que la persona intente pacificar prematuramente el conflicto, salir del problema, y no sostenerlo. Intentará des-sensibilizarse, no sentir, no registrar(se), volver a subirse a la montaña rusa, a la calesita, o al montaje imaginario que se quiera armar.
Pero para pasar a la acción, a la transformación real de la vida, debe haber energía.
Un/a Terapeuta, tiene que dar todo su apoyo para que la persona se quede con ese miedo, sin tener aún la solución a su conflicto.
Toda interrupción del ‘proceso de ebullición’ (bajar el fuego o apagar la hornalla), hace que la energía no-fluya, que no crezca, y no puede haber “Ajuste Creativo” sin energía, sin fuerza, sin excitación. Es necesario re-sensibilizar a la persona en consulta para que pueda re-dirigir sus energías.
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