El estupendo intelectual y pensador Erich Fromm, explicó –hace ya muchos años, en su libro “Psicoanálisis y Religión”– de qué manera el fanatismo inhibe el pensamiento crítico y empobrece la inteligencia. La ‘fe ciega’, que se observa de modo paradigmático en las instituciones religiosas y militares, se da también en organizaciones políticas y sociales de todo signo y color, y conduce al debilitamiento de la capacidad crítica de las personas y, por lo tanto, anula el poder de la razón:
La obediencia pasa a ser una virtud, y la sumisión, un valor.
El “mecanismo psicológico” que permite este ‘movimiento mental’ (por lo general de modo inconsciente), denominado ‘Proyectivo’, es el que facilita que la gente dote a sus líderes con cualidades de sabiduría y bondad… incluso en los regímenes más despiadados:
El Führer (o el ‘elegido’, o el amado ‘padre’ de su pueblo, o el Estado, o la patria, la bandera o la raza, etc.) se convierte en el Objeto de veneración, y la vida del idólatra se hace cada vez más difusa.
Pero desde luego que, este mecanismo de proyección –que está presente en toda persona– aparece todo el tiempo en la vida cotidiana y de relación… Por ejemplo, en el ‘enamoramiento’, o en el fanatismo deportivo, o en la idealización hacia una persona amada, o en la veneración a una entidad, etc.:
Las personas ‘pro-yectan’ (‘lanzan’ hacia ‘adelante’ o, mejor dicho, hacia otra persona o entidad –sea real o imaginaria–) ‘contenidos propios’, en ciertos casos, lo mejor que tienen, y de esta manera ‘se vacían’, se quedan sin nada, ‘se empobrecen’: y mientras más perfecto/a sea el ídolo/a o a quien se ubique en el rol de ‘mesías’ (que todo lo puede o todo lo sabe), más imperfecta la persona. Entonces ese ‘dios/a’ tiene toda la sabiduría, todo el amor, toda la justicia, y la persona queda privada de todas sus cualidades, queda vacía, con sentimiento de insignificancia, completamente inerte y sin fuerzas, pues todas sus potencialidades fueron proyectadas en otra cosa o persona.
Dese luego, hay también proyecciones negativas, que nos ponen a la vista ‘lo peor’ de otrx/s. Y suele suceder –muchas veces– que esas cualidades son aspectos propios rechazados o negados, pero que ‘colocamos’ sobre otras personas (o cosas o situaciones).
Fromm dice que, en las religiones ‘autoritarias’, las personas están controladas por un poder superior que está fuera de ellas, y ejerce un dominio sobre ellas; que a ese Ser o entidad se le Debe (se le adeuda) obediencia, reverencia y veneración, al tiempo que se conciben a sí mismas como impotentes e insignificantes. Plantea también que la sumisión a una autoridad o ‘ser superior’, es uno de los caminos por los cuales las personas escapan a sus sentimientos de soledad, de inseguridad, y a sus limitaciones.
Una persona fanática puede ser, al mismo tiempo, muy inteligente: utilizará su pensamiento para racionalizar sus pasiones o creencias, y así justificar los actos irracionales de su líder o grupo.
Cuando las personas proyectan sus poderes más valiosos, pierden sus propias potencias y quedan alienadas de sí. Todo lo que ahora tienen es de ese dios, y no les queda nada para sí. Su único acceso a esa parte de sí mismas, es a través del ídolo/a. Al adorar a ese Ser o entidad, tratan de entrar en contacto con aquella parte de sí que han perdido: después de haberle dado al dios cuanto tienen, le ruegan que les devuelva parte de lo que fue originariamente suyo; pero habiendo perdido lo suyo, quedan a merced de la voluntad de ese dios (o, por lo común, de algún emisario o intermediario terrenal).
Por otro lado, la tentativa de obtener el perdón, produce una activación de la actitud de donde nacen sus ‘pecados’: más alaba al dios, más vacía queda, más culpa siente, más ‘pecadora’ se hace, más alaba a dios, menos capaz de recobrarse.
Una cosa es reconocer la dependencia y la limitación de c/u, y otra cosa totalmente distinta es entregarse a esta dependencia, a la veneración de las fuerzas de que c/u depende. El comprender con realismo y sobriedad lo limitado que es nuestro poder, es una parte esencial de la sabiduría y la madurez; el venerarlo es masoquista y autodestructor. Una cosa es humildad, otra es auto-humillación.
Fromm sostiene que, si la validez de las normas éticas se sostiene en la creencia de que son ‘mandamientos de Dios’, la ética se mantiene o cae con la creencia en Dios.
El Dios (o diosa), dice, no es un símbolo de poder sobre las personas, sino de las potencialidades de las personas. El precepto de que “el Reino de Dios está dentro de vosotros”, es la expresión clara y sencilla del pensamiento no-autoritario. Pero sólo unos siglos después, cuando el cristianismo dejó de ser la religión de pobres y campesinxs humildes, de artesanxs y esclavxs, y se convirtió en la religión de los gobernantes del imperio Romano, la tendencia autoritaria del cristianismo se hizo dominante.
Volviendo a lo ‘micro’, recuerdo una canción de una banda de Rock que decía que, ‘cuando subimos a alguien tan arriba, se vuelve difícil de alcanzar’… Y qué decir sobre muchas de las llamadas “canciones de amor” (entre comillas), que no son más que un himno a la autoflagelación y a la dependencia (el clásico “No soy nada sin ti”, en sus 50mil variantes, sea cual sea el estilo musical).
Es para un capítulo aparte entrar en la idealización “amorosa”, que en este contexto social (patriarcal y machista, como expliqué en otros escritos), crea el caldo de cultivo para violencias de género de todo tipo y forma, desde las más leves, a las más atroces. Pero dejamos aquí por ahora, esperando que algunas de las frases les resuenen o movilicen a reflexionar, y me despido con esta cita de E. Fomm del libro antes mencionado:
“La Fe es la firme convicción basada en la propia experiencia de pensamiento y sentimiento; no el asentimiento ciego de las proposiciones o dogmas. El sentimiento preponderante es la alegría, mientras que en las religiones ‘autoritarias’, es la pena y la culpa”.
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