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  • Foto del escritorLic. Diego S. Gómez

Las Otras Pandemias

Actualizado: 3 may 2020



Desde mediados de marzo, en los canales de noticias, prácticamente no se habla de otra cosa que no sea el “Corona Virus” y de todo lo relacionado a este: sus modos de contagio, las medidas preventivas, las “fake news” (noticias falsas o fraudulentas) que se viralizan, la cantidad de infectadxs, de detenidxs por no estar en sus casas, la cantidad de vehículos secuestrados, las medidas tomadas por los gobiernos de distintos países, el “ranking” de muertes por países o continentes, etc.

Como psicólogo, estoy particularmente interesado en todo aquello que no se habla y no se muestra (tal como en una sesión de terapia: más que lo que un/a paciente dice, debe ponerse atención a lo que ‘no-dice’):

El disciplinamiento social, el 'enceguecimiento', y la creencia absoluta y acrítica de todo lo que se difunde televisivamente…


Me alarma lo que esta pandemia, este aislamiento obligatorio y los medios de difusión están generando en gran parte de la población (miedo, terror, desconfianza, división / discriminación, odio clasista, racismo, delación –o dicho en criollo, “buchoneo”–, etc.);


me irrita el policiamiento, el abuso y la prepotencia policial sobre pibitos (niños, jóvenes) y personas de barrios empobrecidos;


me preocupa la subsistencia de quienes no pueden trabajar por internet, de aquellxs que no tienen la fortuna de poder ‘quedarse en casa’, quienes deben salir a ganarse el mango como sea,

de aquellas familias que no tienen más que 1 o 2 cuartitos para 5 o más personas, donde hay niñxs jóvenes y adultxs amontonadxs, donde no hay internet de banda ancha ni posibilidades de diversión o esparcimiento, de las personas mayores que están solas sin ayuda ni compañía, la desesperación de quienes no pueden darle ni 2 comidas al día a sus hijxs, de quienes no pueden subsistir con lo que brinda el Estado (cuando les llega), de aquellas personas que llevan a cuesta otros conflictos (adicción, patología psíquica o psiquiátrica, otra/s enfermedades, etc.)...

Hay otras epidemias, endemias y pandemias, pero como profesional, sobre la que quiero insistir, es sobre las Violencias de Género.

Desde la cuarentena obligatoria, estadísticamente, han bajado los robos, secuestros, accidentes de tránsito, etc.; y lo que han aumentado, son las violencias machistas (contra niñas, niños y mujeres, contra niñxs/ adolescentes y jóvenes gays, lesbianas, trans, etc.), los femicidios y los travesticidios.

Irónicamente, en paralelo, empezaron a circular videos caseros o memes (en tono de broma o 'ironía’) de “pobres hombres” que ahora están todo el día “soportando a ‘las brujas’ de sus mujeres”, que “les rompen las pelotas a cada rato por boludeces domésticas”, y todo el típico llorisqueo que tanta gracia causan a muchos y muchas, y que contribuyen a legitimar –de manera sutil o no tanto– todas las formas de violencia que sufren las mujeres por parte de sus maridos/parejas/ex parejas. Así se normaliza el estereotipo del “pobre tipo sufrido, oprimido por ‘la jermu’, esa insoportable y déspota que ‘le roba su masculinidad’ al exigirle que haga algunas de las tareas domésticas que a ellas les impusieron como Mandato desde siempre”



No quiero redundar, sólo voy a dejarles 2 cosas:

La primera, es un texto que cada tanto circula en las redes sociales, que se va adaptando según el idioma o lenguaje local. Es crudo, real, esclarecedor, e impactante: "Nunca me pega"... (está unas líneas más abajo)

Lo segundo, es un documental MUY recomendable –en especial– para varones (adolescentes, jóvenes y adultos)… Se llama “The Mask you live in” (“La máscara en la que vives”, está con subtítulos en castellano), IDEAL para verlo entre padre-hijos/s, o en familia; para intercambiar y conversar.


Es un documental que analiza ‘la construcción social de la masculinidad’, sobre las ‘ideas rectoras’ (o ‘Mandatos masculinos’) que están en la base del comportamiento de los hombres.

Si bien está hecho desde un punto de vista binario (hombre/mujer), después de verlo, puede ser más fácil comprender que la realidad no es “blanco y negro” (H/M) sino ‘full-color’, y el abanico de la diversidad humana es muy amplio.

En serio LO RECOMIENDO MUCHO, y tal vez se entiendan algunas cosas que dicen las feministas, como por ejemplo: “No son enfermos, son hijos sanos del patriarcado”… o que “El enemigo” no son los hombres, sino “el Patriarcado”, encarnado en ‘el Macho’ (o machista, o machirulo): sujeto social y agente del ordenamiento social patriarcal.

“NUNCA ME PEGA”

– “¿Pero te pega?”– me pregunta la policía, una chica jovencita, con el pelo recogido que me recuerda un poco a mi hija. – “¿Te pega o no te pega? Decídete, porque no podemos andar con denuncias por tonterías”.

No sé qué decirle… Porque Luis nunca me dio un puñetazo. Ni una cachetada, ni una patada, ni siquiera me empujó. Pero le tengo miedo, igual le tengo mucho miedo cuando hago algo que no le gusta y él me mira y hace ese gesto con las manos, como que aprieta algo, y después descarga un puñetazo contra la pared, cerquita –muy cerquita– de donde está mi cabeza... pero no me pega.

– “Estúpida!” -me dice-... “Estúpida de mierda!, gorda retrasada, te tendría que echar a la calle, a ver quién te aguanta, quién te da de comer” -me dice... pero no me pega-.

A mí me gustaría ganar mi propio dinero, pero él no quiere que trabaje, dice que soy una inútil, y que le va a salir más caro ‘el collar que la perra’, porque va a tener que pagar los juicios de mis clientas. Yo soy peluquera y maquilladora profesional, dos años estudié… antes, cuando no lo conocía, pero ahora él no quiere que trabaje. Igual, a veces algunas de las chicas vienen a casa para que las arregle, o les haga una limpieza de cutis, pero él aparece por la cocina y les dice: – "Mirá que sos valiente! Esta te va a quemar la cara y el pelo con esas meadas de perro que te pone". Y se ríe fuerte. Las clientas no vienen más, y mis amigas tampoco, porque soy una aburrida, ellas son todas chicas jóvenes, lindas, y yo soy una gorda, y una inculta, y tengo el culo caído. Así me dice Luis que soy, y me clava un dedo en la barriga o en las nalgas y se ríe; pero no me pega… Nunca me pega. Él sí tiene amigos, a veces vienen a casa, y yo les cocino las empanadas que a él le gustan. Antes me gustaba que vinieran, porque por lo menos veía gente, pero ya no me gusta que venga nadie, porque él se pone gracioso y me dice "la ballena", o les pregunta a los amigos qué hizo para merecer esto, que él siempre tuvo a las mujeres más lindas a su alcance, y se pone a recordar las novias que tenía antes de conocerme a mí... – “Me hizo que la preñara para asegurarse la buena vida con un hijo, la gorda” -les dice, y se ríe solo, porque nadie más se ríe-.

Ahora sus amigos tampoco vienen más; él dice que es porque mis empanadas son un asco. ‘Pura grasa, igual que yo’. – “¿Y, te pega o no te pega?- repite la señorita de uniforme, que está perdiendo la paciencia y empieza a poner el mismo gesto que Luis cuando le sirvo el almuerzo y me dice que le falta sal, o que está crudo, que cómo no voy a saber cocinar con lo que me gusta comer.

No, no me pega, nunca me pega, pero igual quiero que se vaya, igual quiero vivir sin miedo, igual necesito no sobresaltarme cuando escucho el motor de su coche, igual quiero vivir sin ese dolor de estómago que me quedó desde aquella vez que Luisito, mi hijo, trajo una gatita y él la ahogó en la bañera porque dijo que ya a bastantes vagos daba de comer. Ahí supe que quería que se fuera. O que se muera. O morirme yo, como la gatita, que lo arañó un poquito antes de quedarse quieta, con los ojos muy abiertos.

Si tuviera a dónde ir me iría yo, pero no tengo. La casa está a mi nombre porque era de mi abuela, y me la dejó antes de morir porque yo la cuidé en sus últimos años, y es lo único que tengo. Eso y unos pesos que fui escondiendo de lo que me sobra al mes, sin que él se diera cuenta. El otro día me encontré con Sandra, mi mejor amiga de la escuela de maquillaje, y me dijo que me veía mal, triste. Me puse a llorar como una boba y le conté todo, pero rápido, porque tenía que volver antes de que él llegara, si no, me iba a dejar encerrada como esa vez que me retrasé en el súper porque había mucha gente y se enojó. Me tuvo encerrada en el dormitorio una semana, sólo cuando él venía me dejaba salir para ir al baño… Pero no me pegó. Sandra dice que lo puedo denunciar, que soy víctima de violencia económica, emocional y verbal, que el juez lo puede echar porque la casa es mía.




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