Orientación Preventiva
Refiere al conjunto de medidas orientadas a resguardar la salud de un individuo, comunidad o población. Una terapia con esta orientación, ofrece una suerte de “brújula” que favorece la adopción de hábitos y prácticas (de pensamiento, de vinculación y de conducta) para evitar –de manera anticipada– la aparición de riesgos o situaciones nocivas para la salud y la integridad de una persona o comunidad.
La Orientación Preventiva se apoya en una lógica anticipatoria: “mejor prevenir que curar”. Implica poder establecer una articulación temporal, y un tipo de pensamiento racional y operativo sobre las relaciones de causalidad entre nuestras acciones y sus consecuencias (poder calcular y anticipar posibles efectos para sí mismo/a y para otros/as).Apunta a mejorar las condiciones de vida (habilidades comunicativas, criterios a la hora de tomar decisiones y de actuar) para evitar, dentro de lo posible, situaciones que generen malestar, contradicción y enfermedad.
Salud Integral
Incluye y vincula distintos aspectos de la persona (Físico –biológico-físico-químico–, Mental, Emocional / Vincular –afectivo-sentimental-anímico, erótico-sexual–, Energético /espiritual), con los distintos niveles de análisis (individual/singular, familiar, grupal, barrial/comunitario, institucional, social-histórico –político, económico, laboral, etc.–)
“Curarse es modificar la realidad,
es aprender ‘con quién/quiénes’, y ‘adónde’.”
Salud es poder crear y recrear(nos). Salud implica distintos tipos de apoyo o sostén, implica apertura, permeabilidad, dinamismo, flexibilidad. Es cambiar y seguir siendo quienes somos. Es adaptarnos sin traicionar(nos). Es aprender y crecer con cada nueva vivencia / experiencia.
Cuando los organismos vivos 'enferman' (pierden su equilibrio interno, o en relación a su entorno), organizan sus mecanismos de defensa y se adaptan a las nuevas condiciones. Toda crisis, es oportunidad de crecimiento; por ello toda enfermedad y desequilibrio implica crisis, pero también “oportunidad de alcanzar un equilibrio más saludable” que el de fases previas.
Esto nos lleva a re-pensar y re-definir los conceptos de Salud y Enfermedad.
La Salud es equilibrio (siempre dinámico e inestable), homeostasis, balance, coherencia, adaptación, proporción. Podemos hablar de salud física, mental, emocional, vincular, energética, espiritual; pero entendiendo que esta división es a fines didácticos, para facilitar la comprensión: en realidad, cada aspecto está imbricado y relacionado con los otros, formando un todo indivisible e interdependiente.
Lo opuesto a “Salud” (‘enfermedad’) sería justo lo contrario: des-equilibrio, des-balance, contradicción, des-adaptación, des-proporción.
Un síntoma es el emergente de una contradicción, resultado del choque entre fuerzas/energías opuestas e incompatibles; es lo visible y palpable que habitualmente lleva a que una persona busque atención psicológica, aunque el conflicto que origina al síntoma no siempre es identificable.
Una persona puede acudir a una consulta psicológica por muchísimos motivos: tristeza, depresión, angustia, sentimiento de culpa, ansiedad, confusión, inhibición, temores, inseguridad, des-conexión de sí o de la realidad, des-esperanza, aislamiento relacional, vínculos conflictivos, irritación, apatía, aburrimiento, abatimiento, sensación de soledad, impulsividad, trastornos de la alimentación, fragilidad emocional, desorientación, etc.…
Pero, por detrás de estos malestares y padecimientos (y por ‘debajo’ –y por ‘adentro’–) hay una sociedad, instituciones, creencias, personas, necesidades, etc., que generan dificultades a distintos niveles: vida familiar, de amistad, sentimental, erotismo /sexualidad, trabajo, vida social, falta de proyectos, ausencia de un sentido de vida, violencias de género, etc.
Aquí no se trata de combatir síntomas, trastornos ni enfermedades “mentales”; se trata de acrecentar el Bienestar de la persona (teniendo en cuenta que cada una tiene características y necesidades diferentes): se intenta (re)establecer el balance, el equilibrio entre las partes y el todo (insisto: que siempre es dinámico –cambiante– e inestable) que implica la ‘Salud’.
El registro de bienestar o malestar (sobre todo a nivel emocional o psicológico) se debe –en gran parte– a la coherencia o contradicción entre lo que sentimos, pensamos, hacemos/decimos... o bien, entre las ideas, valores, creencias, acciones/hábitos; e incluso, entre las ‘necesidades’ (de la persona) y ‘posibilidades’ (que ofrece su medio).
Es superando los desequilibrios y las contradicciones (de la persona, y entre ella y su entorno) como los síntomas ceden y desaparecen. De nada sirve “atacar” al síntoma, pues ‘el malestar’ siempre halla el modo de expresarse, y los síntomas pueden ir mutando y mutando hasta que demos con aquello que les da fundamento, para afrontarlo y resolverlo.
Hay 4 aspectos inter-relacionados entre sí, que se afectan mutuamente: Pensamiento (mente, razón, intelecto, conocimiento); Emoción (sentimientos, estados de ánimo), Energía (carga electroquímica), Acción (conducta, postura). Incluso la antigua sabiduría oriental habla de “Centros” de respuesta (emotivo, vegetativo, intelectual, motriz, etc.), que concuerdan con los “Chakras” (puntos en el cuerpo donde funcionan distintos órganos y glándulas, que reciben, producen e irradian distintos tipos de energía).
Distintas líneas terapéuticas occidentales, abordan la transformación (sanación, equilibrio) del individuo poniendo el foco en algunos de estos aspectos (el psicoanálisis, por ejemplo, apuesta a un cambio en la acción consciente del individuo a partir del análisis de los contenidos inconscientes de su psiquismo; el conductismo, apunta a generar cambios anímicos a partir de la prescripción de tareas y conductas; la terapia cognitiva focaliza en el cambio del sistema de ideas y creencias que están en la base de las acciones; la terapia bioenergética busca generar cambios anímico/cognitivo-conductuales a partir de la descarga o restauración del equilibrio energético del cuerpo).
Lo cierto, es que por cualquiera de estos caminos podemos generar un cambio en el resto de los planos, por eso lo importante es saber qué camino es el más adecuado para cada persona en determinado momento de su vida, pudiendo ir estimulando y ejercitando cada aspecto por separado.
Una Terapia con Enfoque Integral, logra efectos transformadores en tiempos más reducidos que los tratamientos tradicionales.
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