Hace 10 años, un 9 de Mayo, se sancionaba en Argentina la Ley de Identidad de Género (Ley N° 26.743, del año 2012), que marcó un verdadero hito histórico en el reconocimiento jurídico a los derechos de la Comunidad Travesti/Trans: principalmente, del ‘Derecho a Ser’ (y a ‘existir’).
Esta Ley, fue un logro del colectivo Travesti/Trans de Argentina (su principal impulsora, fue la activista travesti Lohana Berkins); es una ley ‘de avanzada’ y un ejemplo para muchos países del (“1er”) mundo.
La Ley 26.743, permite –entre otras cosas– modificar el o los Nombres de pila y ‘Sexo’ en la partida de nacimiento y en el DNI, trámite que es gratuito, personal, no necesita ningún tipo de evaluación médica, ni intervenciones quirúrgicas, ni diagnóstico psiquiátrico (no patologiza a las identidades trans) y tampoco requiere judicialización: es un trámite administrativo.
En el caso de menores de edad, requiere la autorización de madre/padre o tutores/as, y contar con un ‘abogadx de niñx’.
La Ley es breve, pueden leerla AQUÍ.
Como la mayoría de la población, por lo que veo, tiene poco (o nulo) conocimiento de lo que esta Ley significó para el colectivo Travesti/Trans, y sobre todo, de qué implicaba para una persona (tanto menor como mayor de edad) asumirse como ‘mujer’ o feminidad (habiendo sido asignada como hombre o varón… o a la inversa, asumirse como hombre o masculinidad habiendo sido asignada como mujer), haré un breve punteo.
Recordemos que hasta 1990, la ‘homosexualidad’ (término que nace en el ámbito médico/psiquiátrico) fue considerada una ‘enfermedad mental’… Y si bien ‘homosexualidad’ era la palabra que ‘englobaba’ TODA identidad que quedase fuera de la cis-heteronormatividad (‘la bolsa’ donde todos, todas y todes eran metidxs), la situación era aún más terrible para las travestis (aún ni se hablaba de ‘personas trans’).
Me parece importante hablar sobre Identidad, porque la identidad es un Derecho Humano, y creo que sigue siendo importante esclarecer sobre las identidades travestis/trans y no-binaries…
Muchas personas piensan que la “identidad autopercibida” es la de personas de esa comunidad, pero en realidad, TODxS tenemos una identidad ‘autopercibida’ (que a veces concuerda con la percepción del entorno social en que nos movemos, pero para muchas personas no siempre es así).
Es necesario aún explicitarlo: nuestros genitales NO intervienen en absoluto en cómo nos sentimos, cómo pensamos, cómo actuamos, en qué nos gusta vestir ni en quién/es nos atrae sentimental o sexualmente. No hay NADA de esos órganos que se conecte con nuestro cerebro, no hay nada lineal (causa-efecto)… El que una persona tenga cierto genital, o cierto porcentaje de hormonas en su cuerpo, no se relaciona con su identidad autopercibida ni con su orientación sexual.
En general, empezamos a definir nuestra identidad entre los 2 y 4 años, y muchas veces, les niñes se definen identitariamente ANTES de tener conocimiento sobre la diferencia sexual anatómica (genitales), y por supuesto, antes de descubrir su orientación sexual.
Pero para no extenderme sobre las infancias trans, quiero intentar que se dimensione lo que era ‘la vida’ (si se le puede llamar así) de las personas travestis antes de la Ley de Identidad de Género. Se los comento, porque mucha gente jamás conoció ni habló ni compartió una actividad o un espacio con personas travestis/trans, y sus dichos son realmente impactantes: no sólo por la violencia institucional que sufrían, sino también, por la similitud de todos los testimonios, de todas sus experiencias de vida.
Entre otras cosas, dicen que “la democracia” para las travestis empezó el 9 de mayo del 2012… Afirman que lo único que cambió entre la Dictadura y la Democracia, fue el color del uniforme de quienes las sometían (del verde, por el azul). Como existían ‘Edictos Policiales’ que prohibían a las personas ‘vestir con ropas del sexo opuesto’, las travestis podían ser detenidas a cualquier hora y en cualquier lugar, por el simple hecho de transitar en la calle o cualquier espacio público.
Se darán cuenta que, ni bien una persona (o ‘personita’) se declaraba Travesti (aunque no utilizara esa palabra, bastaba con decir “me llamo X”, “me siento mujer / nena”, etc.), automáticamente perdía los Derechos que cualquier otra persona humana tenía garantizados: de transitar, de estudiar, de trabajar… de 'existir'.
Así, expulsadas mayormente de sus hogares siendo niñas (hogares donde se prefería “un hijo muerto a un hijo puto”), expulsadas de las instituciones educativas y de salud (donde no se reconocía ni se respetaba su identidad, y donde eran víctimas de innumerables formas de maltrato y de crueldad), y obviamente, expulsadas del mercado laboral (porque ¿quién le iba dar trabajo a una travesti?), eran empujadas directamente a ‘las esquinas’ de las ‘Zonas Rojas’, o a los costados de las rutas, donde la prostitución era un destino ineludible…
Lugares donde, además, podrían encontrarse entre ellas, acompañarse, contenerse, apoyarse, cuidarse, transmitirse informaciones y saberes… Y donde, cínica y paradójicamente, los varones consumidores de prostitución (que eran y son mayormente cis-heterosexuales: novios, maridos, padres, etc.; esos que en otros espacios las insultan, las burlan, las discriminan y desprecian), en ese contexto, las reconocen en su feminidad, las tratan en femenino, se excitan y gozan con ellas (todo lo que no se permiten –no se animan– fuera del espacio prostituyente... El Deseo por las travestis, no forma parte de la 'agenda afectiva/sexual' del hetero-patriarcado).
Aún el 90% de las travestis y feminidades trans deben subsistir de la prostitución como única alternativa de subsistencia, y el promedio de vida sigue siendo de entre los 35 y 40 años (debido a que la vida en prostitución deja sus secuelas mortíferas: la vida precaria y vulnerabilizada que llevan, expuestas a temperaturas bajísimas en las calles; condiciones infrahumanas en los calabozos de comisarías –donde además de denigraciones sufren ataques físicos y sexuales–; las enfermedades de transmisión sexual –la frase que más escuchan en las esquinas, dicen ellas, es “¿cuánto sin forro?”–; la presión de tener que modificar sus cuerpos porque los prostituyentes buscan y pagan más por cuerpos ‘exuberantes’ –el modo más accesible es inyectarse aceite de avión en el pecho y glúteos– o colágeno en labios y pómulos; agresiones físicas en la vía pública; las barreras para poder estudiar y atenderse con un trato digno en hospitales; la imposibilidad de ingresar a un mercado laboral ‘seguro’ y en regla; etc.)…
Y para colmo, hay sectores que pretenden una legislación que entienda esta violencia, que es la prostitución, como ‘un trabajo’… Pero lamentablemente, si se les diese oportunidad de tener y conocer otras oportunidades a las personas en prostitución, a muchos proxenetas (grandes y pequeños, de cuello blanco o de a pie) se les acabaría el negocio.
Afortunadamente, hay muchas familias que, en estos últimos años, se vienen organizado, que están abrazando, albergando, acompañando a las niñeces y adolescencias trans, y luchando por el cumplimiento de sus Derechos; al igual que muchas instituciones educativas (aunque, a medida que nos alejamos de CABA y GBA, pareciera que retrocediésemos en el tiempo… Pero, de a poco, las redes de madres, padres y ‘xadres’ de hijes trans van abarcando más ciudades, pueblos y provincias de Argentina).
La Identidad Travesti, a diferencia de la identidad ‘Trans’, se gestó en una época donde la “Cis-Normatividad” y la “Heteronormatividad” (pilares del sistema Patriarcal) tenían una hegemonía absoluta (hoy esa hegemonía, empezó a cuestionarse y resquebrajarse debido a la lucha de la Comunidad LGBTI+, el Movimiento de Mujeres y los Feminismos). La identidad Travesti era/es una identidad vulnerabilizada, excluida, racializada, desclasada, y ridiculizada. Por eso, el colectivo y sus ‘sobrevivientes’ (las que llegan a ‘viejas’, las que superaron los 40 años de edad) reivindican el término “Trava”, re-apropiándoselo, buscando resignificarlo y rescatarlo de sus connotaciones peyorativas.
Las identidades Trans, creo yo (y acordando con otras personas, dentro y fuera del colectivo) surgen en un período histórico ‘de transición’, de relativa aceptación, integración, reconocimiento, y tolerancia social…
Hay que decirlo:
La Ley 26.743 tampoco es ‘perfecta’, sino perfectible: permite rectificar el ‘Sexo’, pero en realidad debiese rectificar el ‘Género’ asignado al momento del nacimiento; por otro lado, sigue siendo una ley ‘binaria’ (no reconoce identidades que estén por fuera de lo ‘Masculino’ y de lo ‘Femenino’: Hombre/Mujer)… No obstante, deja al “colectivo T” en otro estatuto normativo.
Una Ley, por sí misma, no siempre –o casi nunca– cambia la realidad, no modifica la mentalidad ni la sensibilidad de una sociedad; pero abre condiciones de posibilidad, para que cambien las significaciones sociales, los imaginarios, y el sentido común de la población.
Y de nada sirve una Ley, si la población no la conoce, y si el Estado no capacita a todo su personal (administrativo, médico, docente, judicial, policial, etc.) ni destina recursos para su implementación y cumplimiento.
Esta Ley le facilita la vida (un poco, y en algunos aspectos administrativos) a niñxs, adolescentes, jóvenes y adultxs Travestis/Trans, y también a sus familias. Tiene un impacto positivo también a nivel simbólico y en relación a su salud mental (pues hay una suerte de reconocimiento y confirmación de su identidad… Ese DNI es como ‘un espejo’ que les devuelve una imagen con la que pueden sentirse identificadxs).
Sin embargo, la discriminación, la marginación, la excusión y las violencias hacia el colectivo Travesti/Trans no se han apaciguado… Incluyendo transfemicidios y travesticidios.
Hoy, a más de un año de su desaparición, seguimos exigiendo saber DÓNDE ESTÁ TEHUEL De La Torre (joven trans que salió a una entrevista de trabajo en marzo de 2021, pero nunca regresó).
Sigamos reclamando la “Ley Integral Trans”, la ‘Ley de Reparación Histórica’ (de la que gozan personas cisgénero que padecieron el terrorismo de estado), y que sea efectiva la implementación del Cupo Laboral.
Sigamos exigiendo respeto, equidad e igualdad de derechos y oportunidades para personas trans/travestis en todas las áreas y ámbitos de la vida; no más violencias ni discriminación para nadie, sea por su identidad de género, por su orientación sexual, por su etnia o color de piel, por su condición socioeconómica, o por sus creencias políticas o religiosas (etc.).
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